"Cae el hechizo del otoño sobre los valles y montañas de las Tierras Encantadas, los árboles cambian de color mágicamente por hechizos de hadas que trabajan duro para transmutar el verde en tonos de amarillos y naranjas, que es la moda en estas épocas. Las águilas vuelan libres por los cielos sin saber lo cerca que están estas tierras de perder su gloriosa libertad.
Algalord nunca ha tenido un horizonte tan trágico. En este momento la ciudad principal de todos estos reinos, donde Arwald solía pasear con su padre en sus viajes diplomáticos y que luego, él emprendió con gran honor y felicidad pues Algalord es una ciudad ejemplar liderada por un rey sabio. Como debe ser. Aquí donde Sin Nombre aprendió a ser caballero y obtuvo su primera misión y donde junto a Rose y Baru vio el cielo oscurecerse. Acudiendo a su Rey para ayudarle en una gesta que jamás pensó que terminara de esta manera. Rose conoce cada calle, cada esquina de esta enorme metrópolis, ha estado en cada una de ellas, ha caído en cada una de sus zanjas y ha sabido levantarse y sobresalir, lo que le ha otorgado una reputación excepcional y títulos como la Rosa de Algalord o la Princesa de los Ladrones. Una ciudad que Loriel vio crecer de la nada. Cuando no había nada luego de la destrucción que había causado el Tarrasque con su despertar. Pero el valiente Harold se dedicó a construir una ciudad y juró proteger a los reinos vecinos. Su promesa aún sigue candente en los corazones de todos.
Y ahora, todo está por terminar. Algalord yace sitiada por las fuerzas malvadas del Señor Oscuro Akron, quien ayudado por la terrible Reina del Horizonte Oscuro y una legión de muertos vivientes. Hermanos, amigos, soldados, guerreros y leales compatriotas ahora vueltos materia pútrida en movimiento por energías abismales. Aún más trágica es la impotencia de estar tras estas paredes grises sin poder hacer nada al respecto."
"Pronto todo será en vano sino se detiene al perpetrador de esta locura."
Tras varios días en coma, los heraldos despertaron separados en habitaciones cerradas que ponían a prueba su voluntad de vivir. Causándoles más agonía e inflamando su sed de violencia, las pruebas de Akron causaron que Sin Nombre tuviera que cortar su piel poco a poco mientras atravesaba un laberinto de alambre navaja, que Arwald casi incinerara a su propia hermana, que Baru cargara ciegamente hacia las hordas de zombis solo, que Loriel se sacara sus propios ojos y que Rose destruyera sus propias manos.
Finalmente, los heraldos se enfrentaron a una prueba en la que tuvieron que decidir qué era más importante, las piernas de uno de ellos o la vida de un hombre traidor. Loriel no dudaba sacrificarse por el jorobado que trabajaba para Akron, pero los demás consideraron el precio demasiado caro. Y Sin Nombre no consideraba que ninguno de ellos debía sacrificarse para salvar la vida de un ser malvado, ni siquiera si esa era su voluntad. Y así, liberando a Loriel de los grilletes, el paladín legendario quitaba una vida por el bien mayor.
Un mensaje crítico, como es común, de Joe les dice a los heraldos que "serán los que enfrentarán a los titanes de este último Apocalipsis". Y al superar todas las pruebas, observan a la sagrada ciudad de Algalord ser destruida por las hordas de Akron. Las Tierras Encantadas jamás vieron un horizonte más oscuro.
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