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El poder de la llama del dragón


Ángeles de piedra mística
Dargor...era difícil confiar en él para los heraldos, ¿pero qué opción tenían? Tras sufrir la agonía de las pruebas de Akron querían más que nunca acabar con esta guerra sin sentido de una vez por todas. Así el Príncipe de la Montaña Negra los llevó hacia un lugar apartado y les contó sobre su deseo de traicionar a Akron en una habitación del castillo conocida como el Salón de los Titanes de Acero. Pero primero, necesitaba distraer al ejército.

Para esto, los heraldos hablaron con la Santa Alianza para preparar su regreso triunfal a la guerra. Arwald, con la ayuda de Sin Nombre, conjuraron a un aspecto del poderoso dios dragón Nidhogg, cuya breve aparición inflamó los corazones de los aliados y destruyó las esperanzas del enemigo. Mientras tanto, Harold III se encargaría de hablar con Iris, la Reina de la Corte de los Descontentos, otro curioso aliado de los heraldos pero sin cuya ayuda la victoria parecía más lejana.

Volviendo al Castillo de Algalord, los heraldos pasaron a la segunda fase del plan: adentrarse en el Salón de los Titanes para aguardar el regreso del Rey Oscuro a su último final. Una vez dentro, los heraldos desarmaron las alarmas y prepararon la habitación para su confrontación final.

Rose saltaba a través del espacio que dejaba el cielo abovedado con daga en mano y un sigilo sin igual, y despojando a al bruja de sus componentes mágicos, la batalla final se había desencadenado. Olas de fuego llenaban la habitación, suspiros de muerte y paredes de colores mágicos. El ángel Loriel caía moribunda y Sin Nombre perdía su juicio, pero los heraldos trabajaron en grupo, como siempre lo hacían, apoyándose unos a otros. Akron caía y volvía a levantarse, una y otra vez, por la cadena de Arwald y la Espada del Elegido. Hasta que junto con Rose, Arwald invocaba la voz del Señor del Trueno para que llenara la habitación con su poder, y Akron, no pudo soportarlo. Terminado Akron el Príncipe de Ancelot habría de sacrificarse una vez más, lanzándose al pozo de ácido junto con la Reina del Anochecer desapareciendo en el abismo, justo como lo vio Rose en su sueño...

Sin Nombre no dejaría que los días de Arwald terminaran de esa manera y se lanzó también a rescatarlo, halándolo del ardiente ácido y restaurándole su vida.

Pronto entraba Dargor, quien volvía de una misión especial. No pensaba quedarse allí, afuera de la puerta sin hacer nada mientras los heraldos batallaban con uñas y dientes contra el bastardo Akron. Dargor salió a ayudar a la Reina Iris, quien se encontraba abriendo portales a otros mundos y creando ilusiones de cientos de ángeles arrasando la ciudad. Con la ayuda de Dargor, quien invocó a sus gárgolas de la Montaña Negra, estas ilusiones eran reales. Eran ángeles de piedra que batían sus armas en contra del Ejército Oscuro.

El cuerpo sin vida de Akron fue finalmente lanzado al ácido, pero escalándolo de vuelta hacia arriba venía la horrible Bruja del Horizonte Oscuro, desfigurada por los ácidos corrosivos del abismo. Volvía para tomar venganza, volvía para destruir a los heraldos. Era el turno de que Dargor demostrara quien era, y si en verdad las palabras de Loriel habían cambiado su corazón; por esto fue que el Príncipe apuñaló a la Reina por la espalda, acabando con su vida de una vez por todas y para siempre.


La leyenda termina
Los heraldos son aclamados por todos y recordados por siempre por las personas de las Tierras Encantadas.

Las gárgolas se convirtieron en el nuevo símbolo de la ciudad de Algalord, al petrificarse posadas en varios edificios de la ciudad como ángeles de piedra. Y una estatua de Nidhogg fue erigida en su nombre en la nueva Torre de los Dragones.

Rose es libre, como lo fue desde el inicio, cuando no sabía que quería. Solo que ahora lo sabe. Cruza las calles de Algalord, de Elnor y de Ancelot a su voluntad, convirtiéndose en un gran símbolo para aquéllos cuya vida no tiene sentido y vagan por los callejones.

El reino de Ancelot está bajo las alas de Airin, mientras Arwald, en su carta húmeda de lágrimas, deja en claro que su misión no ha acabado y su destino está en las Tierras Oscuras.

El guerrero ahora con nombre, vuela hacia los confines del cielo ayudando a otros que lo necesitan, en otros lugares, en otros tiempos. Con la ayuda del legendario mago Anhk, surca ahora el infinito continuo del espacio-tiempo siendo parte del presente, el pasado y las leyendas de Onira.

Loriel es un ángel, pero también una criatura de la tierra. Ha sabido apreciar ambos mundos como partes de ella y ahora, mientras una parte de ella aún sirve los coros de ángeles en el cielo bajo la batuta de Raziel, otra parte de ella, muy humana, pisa la tierra de Onira. En ambas formas, acompaña a los heraldos en sus caminos, brindándoles la fuerza para continuar...

Y este fue el épico final de esta historia legendaria sobre aquéllos que encontraron la luz de la llama del dragón dentro de ellos, sobre tormentas de mil llamaradas, sobre ciudades que enfrentaron dolor, sobre sinfonías de tierras encantadas, sobre susurros de odio y amor...

El amanecer de la victoria se puede ver todavía cada mañana, recordándonos de aquél que dio su vida y volvió a vivir. Y a aquéllos que nos protegieron a a todos, a la montañas y los valles, al fuego y a la nieve, al sol, la luna y a la sabiduría...

Recuerden, todo es posible cuando dejan que el poder místico de la llama del dragón arda en sus corazones...

~fin~

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