La
Montaña Negra sobresale en el paisaje idílico del Reino Radiante de
las hadas. Un pico lóbrego y sombrío visto con malos ojos cada vez que
se asoma entre la neblina.
Esta
localidad trae recuerdos amargos a los enanos, gnomos, elfos y hadas
pues su aspecto es tan sórdido como su historia. Dargor fue una vez el
príncipe de las hadas, al que todos llamaban “el príncipe sonriente”.
Cayó en la corrupción al conocer al malvado mago Trent, quien lo
manipuló para realizar experimentos mágicos en él, transformando para
siempre su apariencia y corrompiendo su alma.
Dargor
trajo la corrupción a las tierras vírgenes del Reino Radiante y por eso
la Montaña Negra evoca desprecio. Allí fue donde el príncipe se alojó
tras ser exiliado del palacio y donde se presume ocurrieron experimentos
y rituales demoníacos que deformaron el paisaje: un pantano venenoso da
paso a la gran montaña de tierra árida y oscura, un sinuoso sendero
rodea la cumbre empinada y finaliza a los pies de un castillo adornado
con enormes gárgolas.
La Guerra de la Espada culminó con la misteriosa desaparición de Dargot y la victoria ante el Rey Oscuro.
Todos en Onira se unieron en celebración… o al menos casi todos. Los
más afectados por la guerra, quienes perdieron familiares y amistades
cercanas por muertes violentas, fueron visitados por una misteriosa
sombra. La mayoría descartaron la visión como un efecto del trauma por
la guerra, pero unos pocos decidieron seguir esa visión sombría,
encontrando un paso seguro hacia el Castillo de Dargor
en la Montaña Negra y en su interior encontraron maestros dispuestos a
enseñarles los artes de cobrar vidas y desaparecer como el viento. Estos
fueron los primeros asesinos de la Hermandad de Espectros. Parte del
castillo desapareció junto con todos sus habitantes, dejando en su lugar
solo ruinas; para luego reposicionarse en el paso hacia las Tierras Oscuras.
El castillo en la Montaña Negra actualmente se encuentra en ruinas y solo algunas de sus fieles sirvientes, las gárgolas,
permanecen allí. Cuentan las leyendas que la fortaleza estaba
custodiada por cientos de gárgolas de las que ahora solo quedan algunas
pocas, y que el resto de dichas criaturas se convirtieron en ángeles de
piedra y ahora están decorando las calles de Algarath, listas para despertar cuando la ciudad se vea nuevamente amenazada.
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