Crónica bonus entre Lamento Eroico parte 1 y parte 2. En colaboración con Ray.
Tras inmolarse explotando en fuego sagrado sobre el navío real de Elnor y sus enemigos, el alma incorpórea de Arwald viajó a un lugar oscuro y remoto. Estuvo ahí también la primera vez que se sacrificó para manifestar su naturaleza mística. Pero esta vez, se le aparecieron dos visiones.
La primera fue de Darius (el padre de Arwald), diciéndole: "¿Has jurado proteger a estos, tus compañeros y hermanos de armas?" A lo que Arwald claramente respondió que sí. La aparición entonces dijo "Mi palabra es mi honor, mi honor es mi vida. Así sea, caballero." antes de desaparecer en la oscuridad, las sombras apartándose de su figura hasta desvanecerse en un haz de luz.
Luego apareció una segunda visión. Esta vez las sombras parecieron dar forma a una figura femenina en armadura completa. En vez de apartarse ante ella, como con la figura anterior, las sombras se precipitan hacia ella como haladas por una fuerza invisible hasta formar parte de ella. Esta vez, Arwald habla primero:
-"¿Madre?"
-"¡No te atrevas a llamarme tu madre! ¡Mi hijo nunca se rendiría! ¡Si hay algo que le enseñé a mi hijo es que la muerte es el final de los cobardes!"
Y de la misma las sombras la crearon, las sombras se la llevaron rompiéndose en fragmentos y uniéndose a las esquinas del espacio negro. Los recuerdos hacían eco en la mente del príncipe de Ancelot, su madre lo desconocía como hijo porque estaba tomando el camino fácil...y efectivamente así era. Si él no revivía, ya no le iba a importar si ganaban la guerra o no; si ganaban, iba a ser venerado como un héroe que dio su vida por otros, y si perdían, sus enemigos lo verían como un oponente digno que dio su vida con tal de cumplir su meta. Excepto que no sería cierto. Arwald aun podía seguir peleando. Su madre solía decir que "la muerte es el camino sencillo" y el eco de sus palabras atormentaban el alma de Arwald, forzándolo a tomar una decisión.
Finalmente, el cuerpo de Arwald se materializó sobre el mar rojo. Flotando, casi irreal, su deiforme imagen armada con atuendos similares a los que utilizaba su madre en vida, aquella armadura del ejército oscuro que ahora él y los heraldos combatían tan ardientemente. Envuelto en llamas negras y exudando un aura lúgubre, el lado oscuro de Arwald, quien había vuelto a la vida sin su otra parte, llamaba la atención de Akron, general de las fuerzas de las Tierras Oscuras diciendo:
"No importa cuantas veces me asesines, no importa cuantas veces me hagas caer. Sin importar cuantas hordas de soldados, caballeros oscuros y hasta demonios pongas entre nosotros. Te buscaré."
Tras pronunciar estas palabras, el cuerpo de Arwald cayó inconciente.
Quizás porque Akron quería saborear la venganza contra estas últimas palabras de Arwald, talvez por curiosidad sobre esta faceta del príncipe y su potencial aplicación en su ejército, o talvez como una estrategia para desmoralizar a las tropas, el Señor Oscuro decidió allí, en el mar de fuego sobre el cual flotaba el cuerpo inconsciente de Arwald, que los heraldos aún no debían morir. En su lugar, tenía planes mucho más terribles para ellos.
Tras inmolarse explotando en fuego sagrado sobre el navío real de Elnor y sus enemigos, el alma incorpórea de Arwald viajó a un lugar oscuro y remoto. Estuvo ahí también la primera vez que se sacrificó para manifestar su naturaleza mística. Pero esta vez, se le aparecieron dos visiones.
La primera fue de Darius (el padre de Arwald), diciéndole: "¿Has jurado proteger a estos, tus compañeros y hermanos de armas?" A lo que Arwald claramente respondió que sí. La aparición entonces dijo "Mi palabra es mi honor, mi honor es mi vida. Así sea, caballero." antes de desaparecer en la oscuridad, las sombras apartándose de su figura hasta desvanecerse en un haz de luz.
Luego apareció una segunda visión. Esta vez las sombras parecieron dar forma a una figura femenina en armadura completa. En vez de apartarse ante ella, como con la figura anterior, las sombras se precipitan hacia ella como haladas por una fuerza invisible hasta formar parte de ella. Esta vez, Arwald habla primero:
-"¿Madre?"
-"¡No te atrevas a llamarme tu madre! ¡Mi hijo nunca se rendiría! ¡Si hay algo que le enseñé a mi hijo es que la muerte es el final de los cobardes!"
Y de la misma las sombras la crearon, las sombras se la llevaron rompiéndose en fragmentos y uniéndose a las esquinas del espacio negro. Los recuerdos hacían eco en la mente del príncipe de Ancelot, su madre lo desconocía como hijo porque estaba tomando el camino fácil...y efectivamente así era. Si él no revivía, ya no le iba a importar si ganaban la guerra o no; si ganaban, iba a ser venerado como un héroe que dio su vida por otros, y si perdían, sus enemigos lo verían como un oponente digno que dio su vida con tal de cumplir su meta. Excepto que no sería cierto. Arwald aun podía seguir peleando. Su madre solía decir que "la muerte es el camino sencillo" y el eco de sus palabras atormentaban el alma de Arwald, forzándolo a tomar una decisión.
Finalmente, el cuerpo de Arwald se materializó sobre el mar rojo. Flotando, casi irreal, su deiforme imagen armada con atuendos similares a los que utilizaba su madre en vida, aquella armadura del ejército oscuro que ahora él y los heraldos combatían tan ardientemente. Envuelto en llamas negras y exudando un aura lúgubre, el lado oscuro de Arwald, quien había vuelto a la vida sin su otra parte, llamaba la atención de Akron, general de las fuerzas de las Tierras Oscuras diciendo:
"No importa cuantas veces me asesines, no importa cuantas veces me hagas caer. Sin importar cuantas hordas de soldados, caballeros oscuros y hasta demonios pongas entre nosotros. Te buscaré."
Tras pronunciar estas palabras, el cuerpo de Arwald cayó inconciente.
Quizás porque Akron quería saborear la venganza contra estas últimas palabras de Arwald, talvez por curiosidad sobre esta faceta del príncipe y su potencial aplicación en su ejército, o talvez como una estrategia para desmoralizar a las tropas, el Señor Oscuro decidió allí, en el mar de fuego sobre el cual flotaba el cuerpo inconsciente de Arwald, que los heraldos aún no debían morir. En su lugar, tenía planes mucho más terribles para ellos.
Comentarios